Y hoy no va a ser ese día
por
Unknown
- octubre 09, 2016
Nunca, por mucho daño que hayamos sentido en el pasado, estamos preparados para afrontar las nuevas situaciones que vivamos. Jamás se sabe cómo actuar cuando decides marcharte y asirte de la compañía de alguien, y cuando ese alguien se da cuenta, intenta volver a ti de la forma más triste y desesperada. Porque somos tan irremediablemente estúpidos que no sabemos ver lo que tenemos hasta que lo perdemos. Porque ansiamos y deseamos cada vez más y más aquello que pensamos que podemos poseer, hacer nuestro, ya que así creemos que lo vamos a poder disfrutar de la forma más completa posible y qué equivocados estamos.
Todos hemos recordado la importancia de algo cuando no lo han arrebatado de las manos. Todos hemos descuidado aquello que con tanto ahínco quisimos y que, por unas razones u otras, dejamos aparcado para dar paso a otras o, lo que es peor, justificar dicho comportamiento con que había algo más importante y vital de lo que ocuparnos en ese momento. Qué manía con desterrar y aplazar aquello que queremos y nos alegra de lo que debemos, tenemos o se espera que hagamos.
Y qué fácil sería dejar de leer estas líneas, cambiar a otra pestaña del navegador y hacer como que no hemos entendido nada. Pero, por desgracia, todos y cada uno de nosotros hemos vivido y hecho vivir esto a alguien, y a veces no somos conscientes de la reacción que estamos produciendo en los demás. En eso me quiero centrar.
El amor, por mucho que nos inculquen, digan o creamos, nunca es suficiente. Porque las personas amamos mucho y en gran medida, pero debemos aprender que no sólo se puede quedar ahí. Si no estás dispuesto a dejar literalmente todas las partes de ti a prueba, a merced de aprender de la otra persona, jamás se podrá ir hacia adelante. Si no eres capaz de reinventarte, conocerte, romperte, desaprender para volver a aprender, ¿para qué? ¿Cuál es la finalidad de establecer ese tipo de relaciones amorosas si no se evoluciona de forma conjunta? ¿No sería, de lo contrario, una simple reacción química, los ingredientes perfectos para un encuentro con una conexión mágica sin más pretensión que disfrutar, pasar un rato agradable? ¿Por qué hacer el esfuerzo de caminar junto a una persona si no vas a intentar dar todo de ti y cultivar algo para lo que vas a recibir frutos?
Tenemos esa idea equivocada de que sólo uno de los miembros de la pareja debe de dar y "contentar" a la otra persona, cuando no sabemos u olvidamos que a pesar de lo tóxico que es ese pensamiento, esos roles se dan (y no es malo per se) y se deben intercambiar. Porque ahí está el equilibrio y la reciprocidad: en soportar el peso de lo que venga si la otra persona se ha derrumbado y viceversa. Y nos extrañamos cuando oímos que una pareja ha roto porque "no ha podido más", "se han cansado" o "se ha acabado el amor". Porque el amor no puede subsistir si nos decepcionan, si los roles no se intercambian, si tropezarse con la misma piedra es un continuo. ¡No habrán personas en el mundo que estén contigo en el momento presente, en el aquí y ahora, te hagan sentir bien e intenten aprender de sus errores y que su prioridad sea seguir al pie de cañón para compartir el camino que quede junto a ti...!
Y esta reflexión me lleva a una más general e universal: qué hacen, cómo viven y sobrellevan las situaciones cotidianas aquellas personas que no son capaces de admitir sus errores y rectificarlos. Algo que me parecía tan obvio, supervivencial y lógico como es equivocarse, darse cuenta del error y rectificarlo a toda costa no lo es tanto como pensaba. No entiendo cómo una persona puede hacer algo perjudicial a otra persona y no llegar jamás a admitir que a esa persona puede haberle sentado mal. No entiendo cómo se puede juzgar tanto a una persona cuando tan sólo conoces la faceta (por no decir máscara, aunque también valdría) que es la que conoces tú. No entiendo que haya alguien capaz de hablar y criticar algo de ti, ya sea físico, mental o comportamental, por el simple placer de echar la mierda a otro tejado. No entiendo que haya alguien capaz de dejarte por los suelos con tal de no admitir sus errores. No entiendo que haya alguien capaz de darle la vuelta a la tortilla y salir ileso cuando al menos parte del problema es culpa y responsabilidad suya. No entiendo que haya alguien que se esconda y llegue a menospreciar, desvalorizar, humillar y reírse de una persona a sus espaldas y que, cuando te vea, te muestre su mejor sonrisa y te trate como a uno más. No entiendo que haya alguien incapaz de modificar su comportamiento cuando sabe que afecta, influye y daña a la otra persona. No entiendo que vayan por delante los "lo siento" o "no volverá a ocurrir" que el verdadero arrepentimiento y la puesta en marcha de acciones para arreglar cuanto antes un problema o desencuentro. Ya lo dijo José Saramago: "Para qué sirve el arrepentimiento, si eso no borra nada de lo que ha pasado. El mejor arrepentimiento es, sencillamente, cambiar". No entiendo la manía de demonizar y etiquetar a una persona como "mala" para así tener una excusa para alejarte, repudiarla y sentirte mejor contigo mismo, porque ya dudo (y desconozco, de hecho) que sea por otros motivos. Y no entiendo que exijas a los demás algo que tú ni siquiera piensas llevar a cabo. Odio tener que recurrir a tanto conocimiento popular, pero por algo es conocimiento y es tan popular: si no quieres que no te hagan algo a ti, no lo hagas a los demás.
Y no niego que a veces es difícil, y cuesta, porque no siempre estamos libres de influencia o emociones y éstas nos pueden llevar a realizar acciones que jamás llevaríamos a cabo si estuviésemos en otra situación o en plenas facultades. Pero una cosa muy distinta es que sistemáticamente respondamos de esa forma una y otra vez, sin pararnos a pensar cómo puede estar influyendo lo que decimos o hacemos a los demás.
No entiendo que todavía haya gente que se niegue a aprender (porque para mí es imposible que una persona sea inteligente, madura y aprenda realmente algo si no es capaz de equivocarse, admitir que lo ha hecho y disculparse de forma sincera). Ni se nace sabiendo, ni es tan difícil y complejo que es mejor no prestarle atención. Simplemente hay que hacer un ejercicio de cambio de papeles. Por un momento, cambiar tu cuerpo con el de la persona que tienes enfrente y pensar y contestar acorde al rol que tienes en ese malentendido, desacuerdo o problema. Entender que ni a todos nos afecta lo mismo por igual, ni todos le damos importancia a lo mismo (ni con el mismo grado), ni reaccionamos igual ni somo iguales. Es un ejercicio tan enriquecedor que me parece deleznable que no se practique más.
Es un proceso lento, y soy consciente, pero qué queréis que os diga: hoy no se me siento querida, ni valorada, ni útil, ni buena, porque decenas de personas a lo largo de mi vida no han parado de ahogarme y hundirme al fondo del más profundo abismo con tal de que no pudiese escapar de él; de hacerme cargar con pesos a mis espaldas que no tenía por qué cargar; de sentir realmente que la culpa era mía y sólo mía; y de hacerme creer realmente que no vale la pena hacer ningún esfuerzo por nadie; de perder la ilusión, las ganas de creer, vivir y ser.
Ojalá algún día pueda ser capaz de arrancarme de cuajo todos y cada uno de los puñales que me han clavado, de no sentir que cualquier esfuerzo por ayudar a alguien será en vano y de no sentirme la mujer más desesperanzada, desdichada, despreciada, desvalorizada, frágil, inútil, mala persona, pésima estudiante, deleznable amiga y peor pareja.
Y hoy no va a ser ese día.